Qué es el PSA

La sigla PSA deriva del inglés Prostate Specific Antigen, es decir Antígeno Prostático Específico. De hecho, es una proteína producida «específicamente» por la glándula prostática, que se vierte en el líquido seminal para retrasar la coagulación y el secado del esperma después de la eyaculación. Una cantidad muy pequeña de PSA se difunde en la sangre, donde es posible rastrearla y dosificarla (valores normales: 0-4 nanogramos – o milmillonésimas partes de gramo – por mililitro de sangre).

En la sangre, el PSA circula en dos formas: la primera fracción se llama «ligada» porque viaja asociada con otras sustancias, la segunda fracción es «libre«. La suma del PSA «libre» y «ligado» constituye el PSA total. En la patología maligna (cáncer de próstata), disminuye la cantidad «libre», mientras que esto no ocurre en la patología benigna, como la prostatitis (inflamación de la próstata) o un traumatismo, o incluso la hiperplasia prostática benigna (HPB). Este hecho ha permitido especificar el valor de este marcador tumoral, que en sí mismo no es «absoluto», es decir, puede aumentar incluso en enfermedades totalmente benignas. Por lo tanto, la relación PSA libre/PSA total tiene una mayor fiabilidad con respecto al PSA total. Muchos laboratorios informan automáticamente sobre esta relación, cuando el PSA excede los valores normales.

Cómo se determina el PSA

El PSA se determina con un sencillo análisis de sangre. Para evitar falsos positivos, se recomienda abstenerse de una actividad física o sexual intensa en las 48 horas previas al examen, ya que ambas condiciones podrían elevar los niveles de PSA en la sangre. Por la misma razón, el examen debe realizarse al menos una semana después de una exploración rectal y seis semanas después de una biopsia de próstata. Ciertos medicamentos o productos a base de plantas para el cuidado de la próstata pueden enmascarar los niveles alterados de PSA, por lo que es importante notificar al médico sobre su posible ingesta.